Sus ojos desprendían locura, odio, la maldad pura y llana.
Por la Bestia Salvaje fue engendrado, junto a sus diabólicas hermanas.
Tres cabezas poseía, la procreadora despiadada.
De lo más profundo del abismo, llegó sin ser esperada,
sí, venía del abismo, del Hadés mismo se trataba.
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La cabeza central gobernaba, la izquierda era él, la derecha era su hermana.
Las tres devoraban inocentes, sin piedad, a manadas.
Creaban desaliento, desespero hasta que, te terminaban.
Eran tan afables las cabezas, que ellas mismas se devoraban
y todo esto, detrás de la que gobernaba.
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Pero la inocencia se encontró, en medio de esta manada,
atada de pies y manos por el más cruel de la jauría, el que mandaba.
La violence reinaba, los gritos, el pavor y las lágrimas desesperadas.
Su cuerpo bajo el jugo, de este diablo que la destrozaba,
fue herido, salvajemente secuestrado, el terror la inundaba.
El muy canalla arrancó de cuajo su dulzura, estaba incrédula, anonadada.
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Sus pequeños bajo el brazo, huyó entre las aguas,
debía por dios esconderse, desaparecer y no sentir nada.
Sus pequeños le dolían en lo más hondo de su alma,
por ellos aguantó el calvario, hasta poder volar de sus alas.
Ella los puso a salvo, con amor, con dolor, bajo sus faldas.
Nunca más llorarían, por violencia, en su propia casa.
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Después de tanto tiempo, encontró un lugar, en su alma,
rodeada de silencio, de dulzura y de calma,
sus pequeños la mecían con sus sublimes carcajadas.
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Entonces llegaron ellas, con su hermana, ostentosas, vergonzantes,
tenían todas la misma mirada, la del abismo, la de la nada.
Llegaron con sus gritos, su violencia, sembrando terror, por donde pasaban.
Ellas pretendían salvarla, del diablo, y sus andadas.
¿ Donde estaban estas, y la hermana,
por aquel entonces, cuando los pequeños lloraban?
En un rincón de la casa, disfrutando de lo que pasaba.
Ella las conocía, no la engañaban, eran la otra cabeza que gozaba,
del dolor, de la vergüenza que gastaban.
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Acusando a su hermano de violencia sobre ellas,
vestidas de victimas y con el dolor que mostraban, se lucían por doquier,
como si esas cosas se gritaran, por todas las calles, a bocanadas.
Idos de mi vista fariseas, que sois la maldad encarnada.
Guardad vuestras falacias, que el dolor de lo vivido se muestra, pero no se ladra.
¡Y lo que antes eran puños, ahora son puñaladas!
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En un lugar del silencio, allí donde habitaba, se encontró con el hombre,
ese del que soñaba, dulce, protector, caballero y con alma desarrollada.
Pudo ver como allí, en el silencio de su atalaya,
muchos hombres y mujeres cohabitaban,
en un mutuo respeto, con candor en sus propias casas.
Cada uno diferente, pero todos poseían, ! un alma!
.
Y después de tanto tiempo, sorprendida, comprendió
que la humanidad, abundaba ¡ Sí, esta abundaba!
.
En un lugar del silencio del que ella os contaba…
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María José Sevilla.
Primero de marzo del 2019.
https://escritospersonalessobrelamujer.wordpress.com/2019/03/01/en-un-lugar-del-silencio-de-cuyo-nombre-quiero-contarles/
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